martes, 4 de octubre de 2011

Mazarrón y sus minas

      Mazarrón es una localidad murciana situada al sur de dicha comunidad que linda con varios municipios: Cartagena, Fuente Alamo, Alhama de Murcia, Totana y Lorca. Existen dos localidades con ese nombre: Mazarrón y Puerto de Mazarrón. Una es de interior, Mazarrón y la otra se encuentra a unos 6-7 Km y es Puerto de Mazarrón. Aquí es donde se concentra la oferta turística de la zona y es donde  vamos a pasar 15 días en verano desde hace muchos años. Muchos pensarán ¡cómo podéis ir ahí con el calor que hace!. Pues, no, la realidad es otra. Estamos hablando de un pueblo costero y eso hace que el clima sea muy templado. Diferente sería si habláramos de veranear en Caravaca o Calasparra, verdaderas sartenes murcianas.


      En la fotografía superior podemos ver una de las múltiples playas de esta localidad murciana. El que esto escribe no es un auténtico norteño en el sentido de aguantar las temperaturas del Cantábrico. En Mazarrón la temperatura es ideal. No impresiona la entrada y reconozco que es lo que más me gusta.


      Pero volvamos al tema que da título a este artículo: Mazarrón y sus minas.

      Si nos situamos en la época del Imperio Romano, vemos como los romanos asentaban allí donde podían sacar provecho a algo que fuera útil  para los habitantes de su vasto territorio. En Mazarrón encontraron motivos más que suficientes. Por un lado estaba la pesca. El atún rojo, en sus movimientos migratorios pasa por esta zona y la pesca "a la almadraba" era lo que se practicaba. Aparte del atún se pescaban otras especies y dentro del casco urbano de lo que hoy es Puerto de Mazarrón se estableció una de las primeras industrias de salazón de pescado de todo el litoral mediterráneo. Aquí, aparte de los salazones, se elaboraba el garum, condimento que se exportaba a lo largo de toda la franja mediterránea y que era muy apreciado. Su composición era a base de pescados azules (arenques, atún, anchoas, salmonetes) en salmuera, que se maceraban con hierbas aromáticas (hinojo, cilantro, eneldo, apio...) y el producto resultante se filtraba y se introducía en tinajas de barro que se enviaban a los diferentes territorios que formaban parte de Imperio Romano.



      Pero, insisto, volvamos al tema de las minas de Mazarrón. Arriba vemos una fotografía de la zona que abarca las antiguas minas. Resulta asombroso que las instituciones locales no hayan potenciado su visita y no las incluyan dentro de lo que puede ser una ruta turística de interés. El acceso no está muy bien indicado y no existe un parking adecuado. Te tienes que buscar un poco la vida. Una vez que aparcas el coche tienes que ascender a través de un camino pedregoso flanqueado por eucaliptos en el que no existe ningún tipo de indicación ni panel explicativo de lo que vas a ver. El calor es agobiante y las cigarras te acompañan en tu sudorosa soledad. Llama la atención el olor: azufre. El recorrido no presenta dificultad y en la parte superior se encuentra una explanada con restos ruinosos de una antigua fundición.



      Poco a poco te vas adentrando en un asombroso paisaje lunar donde resaltan diferentes tonalidades del terreno. Predomina el amarillo pero no es raro encontrarte con tonalidades rojizas que conforman un color característico de la zona y que es conocido como "Rojo Mazarrón".



      Todavía podemos ver en pie estructuras metálicas que servían para hacer descender las plataformas a través de las cuales los mineros accedián a los múltiples pozos que conforman el entramado de galerías de las minas.


  
      A lo largo de recinto minero se ven los diferentes pozos numerados y con la advertencia de peligro pero si te asomas te das cuenta que su entrada no está sellada lo cual da mucha sensación de peligrosidad.


      La actividad minera de Mazarrón se conoce ya desde el Siglo XV cuando el Rey Entique IV concede a Juan Pacheco, Marqués de Villena, el privilegio de la explotación de las minas. De aquí se extraía el alumbre (sulfato de aluminio y potasio) que se utilizaba como fijador para tintar telas. Era exportado sobre todo al norte de Europa (Flandes, Inglaterra...) donde se elaboraban los mejores paños de la época. A finales del Siglo XVI comienza la decadencia en la explotación debido a la excesiva fiscalidad y a los continuos conflictos con Inglaterra y Flandes lo cual benefició a los alumbre italianos.


      De ahí que inicialmente la localidad minera de Mazarrón fuera denominada Casas de los Alumbres de Mazarrón.

      Al comenzar el declive de los alumbres se inició la comercialización de las almagras, material terroso subproducto del alumbre, del que se obtiene ese color rojo tan característico de la zona. Estas almagras fueron utilizadas para la obtención de famoso Tabaco Rojo de Sevilla, enlucir los suelos, tintes para las pinturas, etc. A finales del Siglo XIX Mazarrón recobrará de nuevo su esplendor con el descubrimiento de filones de hierro y plomo instalándose la fundición de Santa Elisa propiedad de la Compañía de Aguilas y que contaba con los últimos adelantos de este tipo de industrias. Su restos son aún visibles y se encuentran en estado ruinoso.



      A mediados del Siglo XX la explotación minera de Mazarrón prácticamente desapareció y la prosperidad de la zona sufrió una transformación radical iniciándose una nueva etapa basada fundamentalmente en el turismo y en la explotación agrícola intensiva del tomate fundamentalmente. En los últimos años la agricultura ha ido perdiendo fuelle debido a la fuerte competencia de Marruecos lo cual ha hecho que algunos propietarios de estas explotaciones hayan abandonado Mazarrón y se hayan instalado allí.



      Esta zona conocida como Cabezo de San Cristóbal y Los Perules forman uno de los parajes mineros mejor conservados de la regíón y están protegidos como Bien de Interés Cultural. A pesar de la distinción, tal y como he comentado, no existe ningún tipo de señalización ni de información, incluso hay zonas peligrosas que deberían estar identificadas.

      Para cualquier visitante de la zona aconsejo un paseo por la zona minera. No le defraudará.
      
     

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