martes, 11 de enero de 2022

Fin de año

 31 de Diciembre de 2021, día de San Silvestre. Aprovechando la bonanza meteorológica de los últimos días del año decidimos dar un paseo por Aralar, esa sierra por la que algunos mantenemos una especie de atavismo que cada cierto tiempo nos "obliga" a ir, a observar los cambios estacionales en la frondosidad del tupido hayedo, recordar épocas infantiles en las que dábamos nuestros primeros pasos en la nieve "esquiando" en las campas de Albi con aquellos esquís Attenhofer de palanca que había que encerar previamente y calzando botas de cuero con cordones que sólo con atarlas se te helaban las manos.


Aparcamos en Casa del Guarda, o en lo queda de ella, y comenzamos la ascensión hasta San Miguel por la carretera. Una subida suave de unos 4-5 km respirando aire puro sin la dichosa mascarilla y disfrutando de un paisaje muy relajante. De vez en cuando algún ciclista, motorista, nos adelantaba. Ocasionalmente, en zonas sombrías aparecían "manchas" de nieve que nos recordaban las nevadas de finales de noviembre. Poco a poco fuimos subiendo y una vez cogido el ritmo de paso caminamos tranquilamente mientras muchos pensamientos iban pasando por la cabeza. No es lo mismo el paseo urbano que en plena naturaleza. Aquí la mente se relaja y lo ves todo desde otra óptica.


Muy cerca del Santuario pudimos recrearnos con una panorámica de la llamada Barranca, esa zona que abarca desde Irurzun a Alsasua y que estaba cubierta por una fina capa de niebla. Esas vistas aderezadas con la estampa de un grupo de caballos salvajes que bajaban por la carretera completaban el cuadro de una manera total y absoluta.


Llegamos al Santuario de San Miguel, muy animado por cierto, y la primera visita es obligatoria. El arcángel nos esperaba. Una ermita de estilo románico de la que se tiene primera referencia en 1032.


 Un pasadizo da acceso a un pórtico cerrado o nártex y de aquí pasamos a la iglesia. De tres naves casi de la misma altura coronadas por bóvedas de cañón que descansan sobre arcos fajones y rematadas en la cabecera por tres ábsides semicirculares (aunque el central en el exterior sea poligonal) con bóvedas de horno. En la nave central un pequeño santuario con cubierta a dos aguas del siglo XII alberga la imagen de San Miguel.


En el ábside central un retablo preside la capilla mayor. Es el ejemplo más notable de decoración de altar en época románica. Datado de finales del siglo XII, se trata de un conjunto de cobre dorado y 39 piezas esmaltadas con adornos de piedras semipreciosas. El conjunto representa a la Virgen con el Niño, el tetramorfos o símbolos de los cuatro evangelistas, los apóstoles, los Reyes Magos, la Anunciación y San José. En 1765 se trasladó a Pamplona para ser limpiado y en 1979 fue robado por Erik "el belga"famoso por ser uno de los más prolíficos ladrones de arte de Europa del siglo XX. Se consiguió recuperar y observándolo de cerca se puede apreciar que faltan dos medallones de la parte superior izquierda.


Meditando en el interior oímos a unos txistularis, dentro del santuario en el que está la figura de San Miguel, interpretar el Agur Jaunak. El ambiente sobrecogía y emocionaba. 


Salimos y nos dirigimos a una zona junto al parking desde la que se podía ver Pamplona, la Higa de Monreal y a lo lejos los Pirineos nevados. La visibilidad era total.


 Descansamos un rato, hicimos unas fotos y comenzamos a bajar. Unas fotos más por el camino y decidimos ir a comer a Lekumberri, concretamente a un restaurante especialista en carne de cerdo: Maskarada. Es una empresa familiar dedicada a la cría de la raza Euskal Txerri, facilmente distinguible ya que la cabeza y los cuartos traseros son de color gris oscuro. Su carne se puede degustar en el restaurante y se pueden adquirir  en la tienda localizada en el mismo establecimiento  diferentes especialidades porcinas en forma de paté, salchichas, lomo, jamón, etc. Tuvimos mala suerte ya que ese día el comedor estaba cerrado no así la tienda, por lo que hicimos alguna compra. Terminamos comiendo un plato combinado en Muguiro, así que ni tan mal. De ahí, poco a poco y con unas vistas espectaculares de la Sierra de Aralar volvimos a casa.


Fué una bonita despedida de año.

Un saludo,

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