lunes, 22 de noviembre de 2021

Con Alberto Santana en Tolosa

 El pasado sábado 20 de Noviembre, organizado por José Angel Calvo y Ana Guti, nos juntamos en Tolosa un grupo de estudiantes de la UNED (Geografía e Historia, Historia del Arte) capitaneados por el Profesor Alberto Santana, historiador, divulgador, investigador, presentador de programas televisivos como "Una Historia de Vasconia" y un largo etcétera más. Dos importantes motivos concurrían en la convocatoria. Mejor dicho tres. El primero era homenajear a dos nuevos graduados en Hª del Arte de la UNED: Jon Garay y Virginia Herrero (siempre diré que obtener una graduación en la UNED es de un mérito mayúsculo). El segundo, realizar una pequeña visita a la Parroquia de Santa María y alrededores con explicaciones de Brian Cullen, guía de Tolosaldea Tour. Y el tercero era el reencuentro de viejos amigos tras la pandemia. La última salida conjunta fue el 9 de Marzo de 2020, una semana antes del confinamiento, en la que hicimos una visita a Segura, recogida en este blog. Durante ese encuentro creo recordar que ni hablamos del tema. Quien nos iba a decir entonces la que nos venía encima.



                                                                                

La cita era a las 11h30 en el Casino de Tolosa para dirigirnos a la Plaza Santa María frente a la iglesia del mismo nombre. Allí nos esperaba Brian. Comenzó con explicaciones sobre la historia de la villa, sus orígenes, y datos sobre la construcción de la iglesia así como las diversas vicisitudes por las que tuvo que pasar. Nos mostró unos dibujos en los que se podía apreciar como era originariamente la localidad. Como el río Oria se dividía hacia el oeste formando un canal llamado Errentegibel, creado artificialmente para discurrir delante de la muralla y así darle aspecto de foso con agua. Actualmente estaríamos hablando de un canal que fluiría bajo la calle Pablo Gorosábel, más conocida como calle Rondilla. Por lo tanto Tolosa quedaría conformada como una isla rodeada por el río Oria y dicho canal.


De la Plaza Santa María nos dirigimos a los aledaños del Palacio Aramburu, edificio construído en el siglo XVII de estilo "barroco vasco". Nos situamos en un lateral de la parroquia y aquí Brian nos fue explicando la importancia del río en la construcción de diferentes molinos, la recopilación de los Fueros y su posterior edición por Miguel de Aramburu en 1697 y aspectos de la construcción del palacio y de la iglesia. Junto al mismo unas ruinas nos trasladan al siglo XVI. Pertenecen a un palacio que mandó construir la mujer de  Juan de Idiáquez, Catalina de Yurramendi,  y que posteriormente su hijo, Alonso (secretario Real de Carlos I de España), enamorado de la donostiarra Gracia de Olazábal, mandó parar las obras y así poder dedicarse a la edificación de lo que hoy es el Museo San Telmo de San Sebastián. Tanto Alonso de Idiáquez como Gracia de Olazábal están allí enterrados.


Posteriormente pasamos al interior de la iglesia de Santa María. 

Este templo reemplazó a otra iglesia más pequeña que ardió en un incendio en 1503. Es la segunda iglesia más grande de Guipúzcoa con 1630 metros cuadrados. Se necesitaron 200 años para terminar las obras y combina varios estilos: renacentista vasco, barroco y neoclásico. De entre todos los arquitectos, maestros canteros, etc, hay que destacar a Martín Carrera. Por dentro tiene tres naves de la misma altura sujetadas por seis impresionantes columnas. Podría pertenecer a las llamadas Hallenkirche (iglesias-salón) en las que las naves presentan todas la misma altura. Diferentes obras engalanan sus paredes. Yo me detengo en dos de ellas (esculturas en madera policromada): una Piedad y el Santo Entierro del Señor, ambas obras de Joannes de Anchieta (Azpeitia 1533-Pamplona 1588).


 Entrando a la iglesia por la puerta principal, a la derecha, una portada adosada a la pared llama nuestra atención. Es la portada perteneciente a la desaparecida iglesia de San Esteban, que se encontraba a las afueras de la villa. Fue trasladada a Santa María en 1918 por iniciativa de Dn. Gabino Irazusta y Dña. Petra Zalacain y de Dn. Ramón Sesé y Dña. Isabel Zalacain. Es del siglo XIII y los arcos levemente apuntados nos indican que pertenece a la fase final del románico e inicios del gótico (tardorománico o protogótico)


Durante toda la visita el organista, el santanderino Óscar Rodríguez, fue interpretando diferentes obras  así que decidimos subir al coro. Un soberbio Stoltz-Fréres de 1885 (marca francesa de sobrado prestigio) se dejaba teclear por Óscar que estaba practicando para poder presentarse a unas oposiciones de organista. Tuve la ocasión de hablar con él y estaba maravillado de su sonido. Este órgano en 2010 fue desmontado y trasladado a la casa madre de París para ser restaurado totalmente por el organero francés Dénis Lacorre. En Guipúzcoa existen otros dos de la misma marca, uno en Bergara y otro en Zumaya.


 Lo siguiente era visitar el bajo techo de la iglesia que se conserva perfectamente con toda su estructura en madera. La mañana iba pasando y como se celebraba la feria de la alubia dejé esa visita para ir al Triángulo, centro neurálgico de Tolosa, y comprar unas alubias rojas de la cosecha de este año. 


Pude reengancharme al grupo y poco a poco fuimos hacia el Casino. Una parada en un pequeño mirador junto al río Oria nos permitió contemplar el puente de Navarra, la presa neumática colocada en el Oria y el canal por donde circula el agua que se dirige al molino (el único que queda de los tres que había en la localidad). 


Como todavía quedaba tiempo para las 14h30 (hora de la comida) fuimos a tomar algo al Bar Triángulo mientras José Angel y Ana se ponían manos a la obra en los fogones.


La comida que nos esperaba era de lo más dietético: Alubias rojas y sus sacramentos: morcilla, mondeju, chistorra, berza y costilla de ternera. Para los postres unos pasteles de Bergara y Luisa nos deleitó con un helado de limón al cava soberbio. Bravísimo por Ana y José Angel: lo bordaron. La comida discurrió de manera amena y entretenida.


Antes de los cafés llegó el momento del reconocimiento y entrega de galones a los nuevos graduados Jon y Virginia. Este fue el momento estelar de Alberto. Se desabrochó la camisa y dejó a la vista una camiseta impresa con una conocida pintura del romanticismo alemán, obra de Caspar David Friedrich: "El caminante sobre el mar de nubes". Nos sorprendió con un emotivo discurso de agradecimiento a los presentes y de felicitaciones a los homenajeados resaltando lo complicado y difícil que resulta la compaginación de las actividades diarias tanto laborales como familiares y los estudios en UNED Bergara. Y es así. Recalcó que no tenemos que dejar de aprender, aprender continuamente porque eso nos va a hacer felices y ser mejores personas. Tanto a Jon como a Virginia se les impuso una banda y un birrete de graduación tras lo cual, ambos, nos lo agradecieron con un breve discurso para pasar a continuación a la sesión de fotos.







Otro momento estelar de la velada fue la "sorpresa" con la que el bergarés Izaro Aperribai nos deslumbró. Versionó con un poema de cosecha propia una canción de Xabier Lete "Itsasoan urak handi dire", se tomó la molestia de escribirla en un folio con una máquina de escribir Olivetti y nos lo entregó personalmente a cada uno de los comensales firmada y numerada. El mío era el 6/20. Con un diapasón nos dio la nota de arranque y la verdad es que cantamos bastante bien. Un genio Izaro, siempre nos sorprende con cosas diferentes.





 José Angel, en nombre de Andía Elkartea (agrupación cultural de Tolosa), nos obsequió con una breve historia de Tolosa escrita en formato de revista por Mikel Gotzon Tellería, historiador tolosarra especializado en recopilar datos sobre la villa y publicarlos. Dentro había una pequeña sorpresa: la letra íntegra del "Gaudeamus igitur", himno universitario por excelencia presente en todas las ceremonias de graduación universitaria. Hubo más de una intentona en cantarlo conjuntamente y fue un auténtico despropósito aunque la idea estuvo muy acertada.



Eran las seis y media y todavía no habían llegado los cafés ni las copas. Consideré que una buena retirada era lo más aconsejable ya que tenía que conducir y no quería tener problemas. Así que me despedí del personal, recogí las alubias que había comprado y a casa que la familia me esperaba para dar una vuelta y tomar algo por el barrio.

Solo puedo decir que fue una jornada inolvidable y de reencuentro con compañeros que nos nos veíamos desde Marzo de 2020. 

Todos esperamos que se vuelva a repetir.

Un saludo,








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